sábado, 13 de diciembre de 2008

El movimiento obrero en la España del siglo XIX: Anarquismo, socialismo y sindicalismo católico









LA CARGA DE RAMÓN CASAS


EL MOVIMIENTO OBRERO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX: ANARQUISMO, SOCIALISMO Y SINDICALISMO CATÓLICO.

1.Base social.
Obreros fabriles y jornaleros del campo, marginados de todo vínculo de propiedad en sus respectivos medios de trabajo, constituyen la base social del movimiento obrero español durante el siglo XIX. Ambos desarrollan su actividad encaminada a mejorar su situación en el marco de la sociedad burguesa surgida de la revolución industrial. Esta actividad se enmarcaba en una situación como la española en la que el liberalismo amenazaba la supervivencia de las empresas que, no siendo competitivas en el mercado internacional, dependían de la protección arancelaria para subsistir dentro de un mercado nacional aislado.
2. Aparición del socialismo en España.
La penetración en España de las diferentes corrientes de pensamiento socialista se inició con la aparición de los primeros brotes del socialismo utópico, en plena guerra carlista, crítico con la naciente sociedad capitalista y con la creencia de que la ciencia, el progreso y la solidaridad, pondrían fin a todos los problemas de las clases proletarias.
La fuente de inspiración era francesa. El socialismo de Fourier es el primero en llegar a España, traído por exiliados del absolutismo fernandino, proponiendo la creación de falansterios para alcanzar la armonía universal de todas las clases. Los primeros ecos de esta doctrina aparecen entre 1835 y 1838 en las páginas de El Vapor en Barcelona. Pero será en Cádiz y las poblaciones de su entorno donde acancen mayor eco, gracias a la labor de Joaquín Abreu, antiguo diputado del trienio liberal. El falansterio encontró en Manuel Sagrario de Veloy, propietario acomodado y vecino de Cádiz el impulsor decidido a llevarlo a la práctica en Tempul cerca de Jerez de la Frontera. La negativa de Espartero hizo que no pasara de proyecto.
Desde Andalucía, el fourierismo pasa a Madrid, donde Fernando Garrido se convierte en su más decisivo apóstol. Uno de sus discípulos, Sixto Cámara, publica dos obras: El espíritu moderno y La cuestión social, donde propugna, a través de la reforma social, la armonía de capital y trabajo.
Por estos mismos años, coincidentes con las medidas desamortizadoras y la guerra carlista, llegan a Barcelona las ideas comunistas de Cabet, fervoroso defensor del desarrollo industrial y de la modernización técnica. Monturiol,Terradas y Orellana entre 1845 y 1848 divulgan las doctrinas del autor de Viaje a Icaria, através del periódico La fraternidad de Barcelona. Clausurado este periódico, será sustituido por El padre de familia, vigente hasta abril de 1850. Junto a la exposición doctrinal, se invita a los jornaleros a elevar su nivel de instrucción.
3.Aparición del republicanismo.
A partir de este momento se introduce el republicanismo como un nuevo elemento en la marcha hacia la solidaridad obrera, factor presente en otras corrientes del socialismo premarxista importadas a España en la década de los cuarenta y representadas por Owen, Blanc, Blanqui o Proudhon. Blanqui será el autor de más influencia en la organización de las sociedades secretas republicanas de carácter revolucionario posteriores al Bienio progresista (1854-1856). El conocimiento de Proudhon se produjo con algo más de retraso, gracias a su colaborador Ramón de la Sagra y a su seguidor y traductor Pi y Margall. Sus ideas quedaron materializadas por su crítica a la propiedad y al estado y por su federalismo que, a partir de los sesenta, distingue a la fracción más radical del republicanismo.
4.Influencia de la Asociación Internacional de trabajadores.
El período revolucionario representó para el movimiento obrero español una fase decisiva. La revolución de 1868 reconoció el derecho de reunión y de asociación, y es en este tiempo cuando se producen los primeros contactos con la Asociación Internacional de Trabajadores, creada en Londres en septiembre de 1868.
El contacto se estableció con ocasión del mensaje de adhesión que la Legión Ibérica de Fernando Garrido remitió al Congreso de Lausana (1866); un año después, en 1867, el maquinista catalán Marsal y Anglora asistió como invitado al Congreso de Bruselas.
Las dos corrientes de pensamiento de la Primera Internacional -anarquismo y marxismo- llegaron a España con escasa diferencia de años.
Las ideas anarquistas llegaron con Giuseppe Fanelli entre los meses finales de 1868 y los primeros de 1869, gracias a la mediación de los republicanos Fernando Garrido, Orense y Ruben Doneu, que le pusieron en contacto con los miembros más activos de los sindicatos y centros demócratas federados españoles, realizando una importante actividad informativa en Cataluña y Madrid. Como resultado de estos contactos nacerá la Federación Obrera Regional Española, integrada en la Asociación Internacional de Trabajadores y cuyo primer congreso se celebrará en Barcelona en 1870. Esta corriente anarquista adquirirá fuerte presencia en unos trabajadores resentidos con los republicanos y decepcionados con la revolución de 1868.
La segunda corriente, el Marxismo, llegara con Paul Lafargue en 1872, en el contexto de la división entre marxistas y anarquistas en el seno de la Primera Internacional. Así nació la nueva federación Madrileña y la Federación de la Región Española, que adoptaron como señas de identidad el marxismo, con su interpretación de la lucha de clases y de la naturaleza clasista e instrumental del estado. En ese mismo año, 1872, se traducen las primeras obras de Marx y Engels: El Manifiesto Comunista y Miseria de la Filosofía.
5.La represión gubernamental.
Ante la presencia en España del movimiento obrero internacional el Gobierno adoptó medidas represivas. La intervención de los internacionalistas en el movimiento cantonal provocó el decreto de disolución de la Primera Internacional publicado en Madrid el 11 de enero de 1874, días después del golpe de Estado del general Pavía:
"El Gobierno de la República ha anunciado ya que su principal propósito es asegurar el orden y mantener en pie lo fundamentos de la sociedad española, minada hasta hoy por predicaciones disolventes y locas teorías.
Resuelto a no ceder en el camino emprendido por ningún género de consideraciones ni ante dificultades de ninguna especie, se cree en el deber de extirpar de raíz todo género de trastornos, persiguiendo hasta en sus más disimulados y recóndios abrigos a los perturbadores de la tranquilidad pública y a toda sociedad que, como la Internacional, atente contra la propiedad, contra la familia y demás bases sociales.
En su consecuencia, el poder ejecutivo de la República ha tenido a bien decretar lo siguiente:
Artículo 1º. Quedan disueltas desde la publicación de este decreto todas las reuniones y sociedades políticas en las que de palabra u obra se conspire contra la seguridad pública, contra los altos y sagrados intereses de la patria, contra la integridad del territorio español y contra el poder constituido.
Artículo 2º. Todas las autoridades quedan encargadas, bajo su más estrecha responsabilidad y dentro de sus atribuciones respectivas, del cumplimiento rápido y fiel de este decreto.
Madrid, 10 de enero de 1874. El presidente, Francisco Serrano, y el ministro de la Gobernación, Eugenio García Ruiz" (Gaceta de Madrid, 11 de enero de 1874).
6.La huelga como instrumento de presión obrera.
El instrumento de presión del movimiento obrero que se convertirá en el más clásico y efectivo será la huelga, unas veces como fórmula de presión para la adquisición de mejoras concretas en empresas concretas, y otras veces se utilizará como instrumento revolucionario, en orden a subvertir la sociedad y acabar con el régimen establecido.
Para hacer frente a los posibles peligros y a la defensa de la propiedad en la nueva sociedad capitalista, el régimen liberal creará La Guardia Civil, cuerpo armado que después se empleará en la represión de los movimientos obreros. Creada en 1844, creció con gran rapidez, absorbiendo la competencias de orden público de los cuerpos locales o regionales que le habían precedido, convirtiéndose en guardián del orden público, empleándose, como se se ve en el cuadro LA CARGA, con gran dureza en la represión de los movimientos huelguísticos, actuando, como se ve en el cuadro, a caballo y sable en mano, lo que implicaba seguro derramamiento de sangre.
La obra LA CARGA, cuadro de grandes dimensiones y cuyo autor fue Ramón Casas se expuso en París en 1900. Presenta la zona portuaria de Barcelona, con la silueta de Santa María del Mar dominando la escena en la que la Guardia Civil dispersa a un grupo de huelguistas. La escena central representa la caída de un obrero atacado por un guardia a caballo. El centro está dominado por el vacío, mientras el fondo representa la multitud que huye despavorida, acentuando el dramatismo del momento. Es una pintura de carácter modernista que quiere representar una escena de la época con carácter realista. Casas, junto a otros pintores como Rusiñol, se convierte en cronista de la Barcelona de la época.
7. Consolidación del movimiento obrero en España en su diferentes tendencias.
Este movimiento obrero, a pesar de su prohibición y a veces persecución, se mantuvo en España, dividiéndose en dos tendencias, siguiendo la división de la Primera Internacional. La mayor parte del movimiento obrero español siguió la tendencia anarquista, extendiéndose por el litoral mediterráneo con dos fuertes núcleos, la industrial Cataluña y la zona agrícola de la Baja Andalucía.

LA TENDENCIA ANARQUISTA

Dentro del anarquismo español y mundial coexistieron dos tendencias: el anarcosindicalismo y el anarcocomunismo.
El sector anarcosindicalista propugnaba una actuación obrera colectiva, propagandística y reivindicativa, dentro de la legalidad, centrada en la lucha por la obtención de mejoras parciales.
Los anarcomunistas mostraban preferencia por el terrorismo individual, la lucha clandestina y el uso de la violencia con el objetivo de impulsar una revolución inmediata. Esta tesis fue defendida por el ruso Piotr Alexeievich Kropotkin, el italiano Enrique Malatesta y el mismo Bakunin, que consideraba la revolución como una sangrienta batalla de aniquilamiento indispensable para eliminar las desigualdades, publicando en 1866 un manual titulado Catecismo revolucionario, donde proclama como virtudes del activista revolucionario el odio, la crueldad, el cinismo.
Entre las propuestas de la ideología libertaria destacan las siguientes:
-Rechazo radical de cualquier poder, con la creencia de poder combinar la libertad individual y el comunitarismo en utópica armonía natural.
-Eliminación del Estado y de todas sus instituciones, al haber introducido entre los humanos la violencia, las guerras, la miseria, las desigualdades y la injusticia.
-Afirmación del igualitarismo. Hubo anarquista que consideró a las hormigas y a las abejas como modelos sociales igualitarios.
-Supresión del dinero y abolición de la propiedad privada y del derecho de herencia. La sociedad anarquista estaría formada por múltiples comunidades autosuficientes, de tamaño reducido, formadas por individuos que se unieran libremente, donde prevalecerían la solidaridad y la superabundancia y donde el trabajo tendría un carácter lúdico.
-Rechazo de la institución familiar, pues se basaba en el autoritarismo paterno y en la sumisión femenina y el matrimonio, al que llegaron a definir como prostitución estabilizada y contraria al amor libre.
-Defensa de la revolución violenta y del recurso a las huegas con el fin de destruir el estado burgués y liberar a la humanidad de la opresión.
-Renuncia a todo tipo de actividad y participación política.
-Rechazo de la religión y de la Iglesia porque impedía la libre expresión de la individualidad y favorecía la resignación y la sumisa pasividad de los trabajadores. Despreciaban la moral cristiana y contemplaban a los sacerdotes como simples burgueses con sotana.
-Ingenua y optimista confianza en la educación popular, en la razón y en la difusión de la ciencia como principales fuerzas para erradicar la ignorancia entre los obreros, transformar la sociedad y crear un mundo nuevo y mejor.
-Apoyo al naturismo, al vegetarianismo, al nudismo, a la incineración de los cadáveres humanos y a la difusión del esperanto como lengua universal.
Algunos pequeños grupos de anarquistas decidieron recurrir a los asesinatos de altos dirigentes políticos, personajes de la realeza, generales, empresarios, jefes de gobierno, como instrumento de lucha revolucionaria. Esto provocó una verdadera ola de actos terroristas a escala internacional durante los años finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, con el asesinato del presidente francés Sadi Carnot (1894), la emperatriz austríaca Isabel (1898), del rey italiano Humberto I (1900) y el presidente de los EEUU William Mckinley (1901).
En España, los pistoleros anarquistas efectuaron numerosos atentados: Bomba en el Liceo de Barcelona en 1893; contra una procesión religiosa en Barcelona en 1896 (12 muertos y 44 heridos); asesinato del presidente de gobierno Antonio Cánovas del Castillo en el balneario de Santa Águeda por el ácrata Michele Angiolillo.
Esta tremenda oleada terrorista impulsó, a iniciativa del gobierno italiano, la convocatoria de la Conferencia Internacional para la Defensa Social contra los anarquistas, celebrada en Roma en 1898. Sus resultados fueron escasos.

LA TENDENCIA SOCIALISTA

Los socialistas disidentes, liderados por Pablo Iglesias, fundaron en 1879 el PSOE y la Unión General de Trabajadores en 1888. Esta corriente socialista prendió en Castilla, en el proletariado madrileño, así como en los núcleos industriales y mineros de Asturias y Vizcaya.
Sus propuestas doctrinales más importantes eran las siguientes:
-Liberación del proletariado a través de la lucha revolucionaria que derribaría el sistema político liberal y pondría fin a la dominación burguesa y al capitalismo.
-Defensa de la revolución entendida como la toma del poder político por la clase obrera. Mientras tanto habría que crear sindicatos y partidos para intervenir pacífica y legalmente en la vida política.
-Socialización de la propiedad privada, que se realizaría tras la conquista del poder por el proletariado.
-Anticolonialismo en el momento de la construcción de los grandes imperios coloniales.
-Antimilitarismo y rechazo a las guerras internacionales que enfrentaban entre sí a los trabajadores de distintos países.
-Oposición a los métodos terroristas utilizados por los grupos anarquistas.
En el manifiesto de 1879 Expresaba:
"Considerando que la sociedad actual tiene tan solo por fundamento el antagonismo de clases; que este ha alcanzado en nuestros días su mayor grado de desarrollo, como bien claro lo revela el cada vez más reducido número de los inmensamente ricos y el siempre creciente de los inmensamente pobres; que la explotación que ejercen aquellos sobre estos es debida únicamente a la posesión de los primeros de la tierra, máquinas y demás instrumentos de trabajo; que dicha posesión está garantizada por el poder político, hoy en manos de la clase explotadora;(...)
Por todas estas razones, el Partido Socialista Obrero Español declara que su aspiración es: Abolición de clases, o sea, emancipación completa de los trabajadores. Transformación de la propiedad individual en propiedad social o de la sociedad entera. Posesión del poder político por la clase trabajadora.
Y como medio inmediatos para acercarnos a la realización de este ideal los siguientes: Libertades políticas. Derecho de coalición o legalidad de las huelgas. Reducción de las horas. Prohibición del trabajo de los niños menores de nueve años (...) Leyes protectoras de la vida y la salud de los trabajadores (...) Creación de comisiones de vigilancia, elegidas por los obreros, que visitarán las habitaciones en que éstos vivan, las minas, las fábricas, y los talleres (...) Creación de escuelas gratuitas para la primera y segunda enseñanza y de escuelas profesionales (...). Servicio de armas obligatorio y universal y milicia popular (:::) Adquisición por el Estado de todos los medios de transporte y de circulación así como de las minas, bosques, etc." (Madrid, 9 de julio de 1879)

LA TENDENCIA CRISTIANA

También surgió un sindicalismo cristiano, aunque de menor fuerza, y que recibiría un fuerte impulso en el Pontificado de León XIII, tras su Encíclica Rerum Novarum publicada en 1891.
Al igual que en Bélgica, Alemania o Austria, la Iglesia Católica española desarrollará, promoverá y tutelará alguna organizaciones sindicales. El objetivo era facilitar la superación de los enfrentamientos entre los empresarios y el proletariado, apelando a que ambos eran hijos de Dios.
El gran impulso de estos movimientos se dió con la publicación en 1891 de la encíclica Rerum Novarum por el papa León XIII. En ella se rechazaba la lucha de clases y se aceptaba la propiedad privada. Uno de sus párrafos más significativos es el siguiente:
"...15. Ahora bien: para acabar con la lucha y cortar hasta sus mismas raíces, es admirable y varia la fuerza de las doctrinas cristianas. En primer lugar, toda la doctrina de la religión cristiana, de la cual es intérprete y custodio la Iglesia, puede grandemente arreglar entre sí y unir a los ricos con los proletarios, es decir, llamando a ambas clases al cumplimiento de sus deberes respectivos y, ante todo, a los deberes de justicia. De esos deberes, los que corresponden a los proletarios y obreros son: cumplir íntegra y fielmente lo que por propia libertad y con arreglo a justicia se haya estipulado sobre el trabajo; no dañar en modo alguno al capital; no ofender a la persona de los patronos; abstenerse de toda violencia al defender sus derechos y no promover sediciones; no mezclarse con hombres depravados, que alientan pretensiones inmoderadas y se prometen artificiosamente grandes cosas, lo que lleva consigo arrepentimientos estériles y las consiguientes pérdidas de fortuna.
Y éstos, los deberes de los ricos y patronos: no considerar a los obreros como esclavos; respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano. Que los trabajos remunerados, si se atiende a la naturaleza y a la filosofa cristiana, no son vergonzosos para el hombre, sino de mucha honra, en cuanto dan honesta posibilidad de ganarse la vida. Que lo realmente vergonzoso e inhumano es abusar de los hombres como de cosas de lucro y no estimarlos en más que cuanto sus nervios y músculos pueden dar de sí. E igualmente se manda que se tengan en cuenta las exigencias de la religión y los bienes de las almas de los proletarios. Por lo cual es obligación de los patronos disponer que el obrero tenga un espacio de tiempo idóneo para atender a la piedad, no exponer al hombre a los halagos de la corrupción y a las ocasiones de pecar y no apartarlo en modo alguno de sus atenciones domésticas y de la afición al ahorro. Tampoco debe imponérseles más trabajo del que puedan soportar sus fuerzas, ni de una clase que no esté conforme con su edad y su sexo. Pero entre los primordiales deberes de los patronos se destaca el de dar a cada uno lo que sea justo...".

El jesuita castellonense Antonio Vicent fue el impulsor de los Círculos Católicos Obreros de Levante y Cataluña y Fray Zeferino González, obispo de Córdoba, fundó otros círculos católicos en su diócesis.
Ya en el siglo XX surgirán los sindicatos agrarios católicos en regiones agrarias con predominio de medianos propietarios, como es el caso de Castilla la Vieja y de las comarcas granadinas del Valle del Lecrín y los Montes.














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