Diario de Antonio Pigafetta
PRIMER VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO
Reproducción nao Victoria |
La
navegación por el Pacífico:
“El miércoles 28 de noviembre de 1520 nos
desencajonamos de aquel estrecho, sumiéndonos en el mar Pacífico.
Estuvimos tres meses sin probar clase alguna de viandas frescas.
Comíamos galleta: ni galleta ya, sino su polvo, con los gusanos a
puñados, porque lo mejor habíanselo comido ellos; olía
endiabladamente a orines de rata. Y bebíamos agua amarillenta,
putrefacta ya de muchos días, completando nuestra alimentación los
cellos de cuero de buey, que en la cofa del palo mayor protegían del
roce a las jarcias; pieles más que endurecidas por el sol, la lluvia
y el viento. Poniéndolas al remojo del mar cuatro o cinco días y
después un poco sobre las brasas, se comían no mal; mejor que el
serrín, que tampoco despreciábamos.
Las ratas se vendían a medio ducado la pieza y más
que hubieran aparecido. Pero por encima de todas las penalidades,
ésta era la peor: que les crecían a algunos las encías sobre los
dientes -así los superiores como los inferiores de la boca-, hasta
que de ningún modo les era posible comer: que morían de esta
enfermedad. Diecinueve hombres murieron, más el gigante y otro indio
de la tierra del Verzin. Otros veinticino o treinta hombres
enfermaron, quién en los brazos, quién en las piernas o en otra
parte; así que sanos quedaban pocos.
Por la gracia de Dios, yo no sufrí ninguna
enfermedad.
En estos tres meses y veinte días recorrimos cerca
de cuatro mil leguas del Mar Pacífico, en una sola derrota (bien
pacífico, en verdad, pues en tanto tiempo no conocimos ni una
borrasca); sin ver tierra alguna, sino dos islotes deshabitados, en
los que nada se encontró fuera de pájaros y árboles. Los llamamos
“Islas Infortunadas”. Están a doscientas leguas la una de la
otra. No había donde fondear a su alrededor; sí muchos tiburones.
La primera de las islas está en los 15 grados de latitud austral; la
otra, en los 9. Cubríamos cada jornada, sesenta o setenta leguas a
la cadena o a popa. Y si Dios y su Madre Bendita no nos hubieran
ayudado con tan buen tiempo, por seguro que habríamos perecido todos
de hambre en aquel inmenso mar”
Magallanes |
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