lunes, 4 de junio de 2012

Libros para leer: "El cero y el infinito"


LIBROS PARA LEER: “EL CERO Y EL INFINITO” 

 

Arthur Koestler (1905-1983), de origen húngaro, inicialmente escribe en alemán; merece ser recordado por sus escritos autobiográficos. En sus novelas destaca la experiencia de la prisión política. En su obra más famosa, El cero y el infinito narra los procesos de Moscú donde cientos de militantes comunistas revolucionarios se inmolan para salvar al partido, en la etapa estalinista. La lucha dialéctica entre el revolucionario detenido Rubachof y el guardián Ivanof, representante de la nueva corriente del revolucionario estalinista, representa el dilema de la revolución, el problema de la justificación de los medios para alcanzar el fín de la utopía revolucionaria. Retrata las características de lo que en otra entrada de este blog hemos designado como LOS SISTEMAS TOTALITARIOS, que tanto caracterizaron al siglo XX, y del que aún no se ha librado por entero la Humanidad.





-No apruebo la mezcla de ideología- prosiguió Ivanof_. No hay más que dos concepciones de la ética humana, y las dos son polos opuestos. Una de ellas es cristiana y humanitaria, declara sagrado al individuo y afirma que las reglas de la aritmética no deben aplicarse a las unidades humanas. La otra concepción arranca fundamentalmente del principio de que un fin colectivo, justifica todos los medios, y no solamente permite sino incluso exige que el individuo esté absolutamente subordinado y sacrificado a la comunidad (la que puede disponer de él, ya como un cobaya que sirve para un experimento, o como el cordero que se inmola en los sacrificios). La primera concepción podría denominarse moral antiviviseccionista; la segunda, moral viviseccionista: los vagarosos y los aficionados han intentado siempre mezclar las dos concepciones, pero en la práctica esto es imposible. Quienquiera que lleve sobre sí el fardo del poder y de la responsabilidad se da cuenta a primera vista que es necesario escoger, y, fatalmente, es conducido a escoger la segunda concepción. ¿Conoces tú, desde establecimiento del Cristianismo como religión de Estado, un solo ejemplo de Estado que haya seguido realmente una política cristiana? No podrás designarme ni uno solo. En los momentos difíciles (y la política es una serie ininterrumpida de momentos difíciles) los gobernantes han podido invocar las “circunstancias excepcionales”, que exigen medidas defensivas excepcionales también. Desde que existen naciones y clases, viven en un estado permanente de legítima defensa que les fuerza a remitir para otros tiempos la aplicación práctica del humanitarismo...
Rubachov miró por la ventana. La nieve derretida se había vuelto a helar y brillaba, formando una superficie irregular de cristales de un blanco amarillo. Sobre el parapeto, el centinela hacía su guardia, fusil al hombro. El cielo era límpido, pero sin luna; por encima de la torreta de las ametralladora brillaba la Vía Láctea.
Rubachov se encogió de hombros.
-Admito -dijo- que el humanitarismo y la política sean incompatibles, que lo sean también el respeto al individuo y el progreso social; que Gandhi sea una catástrofe para la India; que la pureza en la elección de medios conduce a la impotencia política. En la negativa estamos de acuerdo. Pero mira a dónde nos lleva el otro método...
-¿Adónde?- dijo Ivanof.
Rubachov frotó sus lentes contra su manga y miró a Ivanof con su aire miope.
-¡Qué basurero -dijo- qué feo basurero hemos hecho de nuestra edad de oro! -Ivanof sonrió.
-Puede ser -dijo con aire satisfecho-. Pero piensa en los Gracos, y en Saint-Just, y en la Comuna de París. Hasta ahora todas las revoluciones han sido hechas por aficionados moralizantes. Ellos han ido siempre de buena fe, pero han perecido por su diletantismo. Nosotros somos los primeros en ser consecuentes con nosotros mismos...
-Sí – dijo Rubachof-, tan consecuentes que, interesados en un justo reparto de la tierra, hemos dejado morir con deliberado propósito en un solo año alrededor de cinco millones de aldeanos con sus familias. Hemos llevado tan lejos la lógica de la liberación de los seres humanos de las trabas de la explotación industrial, que hemos enviado cerca de dos millones de personas a trabajos forzados en las regiones árticas y en las selvas orientales, en condiciones análogas a las de los galeotes de la antigüedad. Nosotros hemos llevado tan lejos la lógica, que para arreglar una simple divergencia de criterio no conocemos otro argumento que la muerte: la muerte, ya se trate de submarinos, de abonos o de la política del Partido en Indochina. Nuestros ingenieros trabajan con la idea, constantemente presente en su espíritu, de que un error de cálculo puede llevarles a la cárcel o al patíbulo; los altos funcionarios administrativos arruinan y matan a sus subordinados porque saben que si fueran responsables de la menor falta ellos mismos serían asesinados; nuestros poetas terminan sus discusiones estilísticas denunciándose mutuamente a la polícia secreta, porque los expresionistas consideran que el estilo naturalista es contrarrevolucionario, y viceversa. Obrando lógicamente por el interés de generaciones venideras, hemos impuesto tan terribles privaciones a la generación presente que la duración media de su existencia ha disminuído en la cuarta parte. Con el fin de defender la existencia del país, debemos tomar medidas excepcionales y hacer leyes de transición, contrarias por completo a los fines de la revolución. El nivel del pueblo es inferior al que tenía antes de la Revolución; sus condiciones de trabajo son más duras, la disciplina es más inhumana, la jornada y exigencias peores que en las colonias donde se emplean culíes indígenas; hemos hecho llegar hasta los niños de doce años la pena capital; nuestras leyes sexuales son más mezquinas que las de Inglaterra; nuestro culto al Jefe, más bizantino que en las dictaduras reaccionarias. Nuestra Prensa y nuestras escuelas cultivan el patriotismo de campanario, el militarismo, el dogmatismo, el conformismo y la ignorancia. El poder arbitrario del Gobierno es ilimitado, y no tiene ejemplo en la Historia; las libertades de Prensa, opinión y movimiento han desaparecido totalmente entre nosotros, como si la Declaración de los Derechos del Hombre no hubiera existido jamás. Hemos montado el más gigantesco aparato político, en el que los confidentes han venido a ser una institución nacional, y lo hemos dotado con el sistema más refinado y más científico de torturas mentales y físicas. Conducimos a las gimientes masas a latigazos hacia una felicidad teórica y futura que nosotros somos los únicos en entrever. La energía de esta generación está agotada, se ha disipado en la Revolución; pues esta generación está completamente desangrada y ya no queda de ella más que un pingajo de carne de sacrificio que yace en su torpor...Estas son las consecuencias de nuestra lógica. Tú has llamado a esto moral viviseccionista. A mí me parece que los investigadores han desollado viva a la víctima y la han dejado de pie, con sus tejidos, sus músculos y sus nervios al aire...
-Bueno, ¿y qué?- dijo Ivanof con aire satisfecho- ¿No encuentras que esto es maravilloso? ¿Sucedió alguna vez en la Historia algo tan maravilloso? Nosotros arrancamos a la Humanidad su vieja piel para darle una nueva. Esto no es una ocupación para gente de nervios delicados; pero hubo un tiempo en que te llenó de entusiasmo. ¿Qúe es lo que te ha cambiado tanto para convertirte en una sensible solterona?...”

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